En el año 132 d. C., el inventor chino Zhang Heng diseñó un dispositivo capaz de detectar los terremotos a cientos de kilómetros de distancia.
Se trataba de un gran jarrón con varios sapos de bronce dispuestos a su alrededor.
Si la tierra temblaba, una bola metálica se soltaba en su interior y caía sobre la boca de uno de los sapos, indicando la dirección del terremoto.
La leyenda dice que llegó a detectar seísmos a 600 Kilómetros de distancia.
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